La historia es una construcción cultural. La identidad, una ficción consensuada. La vida, un espacio de negociación. Bajo el título de Patria Boba se esconden algunas de las claves bajo las que se maneja el trabajo del artista colombiano Santiago Reyes Villaveces (Bogotá, 1986) en la que es su primera exposición individual en España.
Producto de su estancia de residencia en Murcia. Patria Boba se construye como un trabajo site-specific para Artnueve en el que Santiago Reyes Villaveces pone en escena algunas de las cuestiones que han venido definiendo su trabajo en la última década; la precariedad, la monumentalidad ambulante, las relaciones éticas y políticas que determinan la naturaleza del objeto.
El título de Patria Boba es una referencia a un periodo histórico en la historia de Colombia, el que ocurre entre 1810 y 1816, cuando la colonia de Nueva Granada (hoy Colombia, Venezuela y Panamá) se desgobierna del Imperio Español, entrando en un periodo de disputas internas, reformas anticoloniales y construcciones identitarias que siguiendo los textos de algunos historiadores modernos pueden ser tildadas de “cosas de bobos”.
La propia etimología de la palabra bobo nos puede servir para designar algo que palpita en todos los trabajos de Santiago Reyes Villaveces, lo balbuciente, aquello que no se nombra claramente, que coquetea, pero no conquista, que sugiere, pero no impone, trabajando desde la producción artística como una construcción política a la manera de intervalo como escribe Rancière, abordando el sujeto político en términos de intervalo o entremedio.
Son estas cuestiones del entre, la negociación, el lugar de ubicación del sujeto en el contexto de la sociedad post-capitalista algunas de las problemáticas que el trabajo de Santiago Reyes Villaveces propone. Una pancarta saturada de grafito en derrumbe. Una cuña de madera que se inserta en el espacio público para tensarlo (Repertorio). Una de sus sillas de emboladores, que se utilizan tanto para lustrar zapatos en un contexto de fragilidad
económica así como elementos de juego y ocio usado en comunidades de bajo estrato social (Lustradores. De la serie Brujitas) que Santiago Reyes Villaveces convierte en objeto matrioska que se relaciona con el cuerpo y el espacio público como lugar de precariedad no sólo económica sino estructural. Pantallas de grafito en las que la saturación oculta la imagen (Aspects). Objetos fetiche que construyen la historia en una subalterinidad precaria (Florero de Llorente y Caracola). Estructuras que soportan y se soportan en el espacio expositivo alterando la circulación ordinaria del mismo, como ocurre con Cartagena, una pieza que soporta y es soportada por una estructura en la que dos piedras procedentes de lugares con el mismo nombre (Cartagena de Indias-Cartagena de Murcia) funcionan como objetos-topónimo que unen dos espacios disímiles y finalmente, Patria Boba, la pieza que da título a la exposición, en la que frente a esa antimonumentalidad en la que vienen trabajando algunos artistas contemporáneos desde los años sesenta tal y como se recogía en el texto Entropía y los nuevos monumentos de Robert Smithson, Santiago Reyes Villaveces opta por una monumentalidad ambulante, siempre en relación a los otros, siempre negociada y frágil. Precaria, como la vida misma.
Tal y como escribía Suely Rolnik en Geopolítica del rufián, bajo ese nuevo régimen identitario postcolonial que se fue constituyendo en las prácticas artísticas contemporáneas desde los años sesenta, disponemos de una subjetividad flexible y procesual, desterritorializada y frágil que tiene que permanecer alerta ante el monstruo del capitalismo cognitivo del postfordismo y su “chuleo” identitario y cultural.
Patria Boba es coqueteo y no conquista tal y como he escuchado en más de una ocasión hablar a Santiago Reyes. Un espacio frágil y precario para desarmar las estrategias del héroe. Una proposición vulnerable para un espacio convulso como es el de las construcciones identitarias en un momento como el actual. Un florero cae y se crea una nación. No hacen falta decretos, simplemente ficciones culturales y armas de destrucción subjetivas.